MI AVION HERIDO.
Cuando el protagonista de Mi avión herido vuelve a la vida en la UCI de un pequeño hospital junto al mar, siente la necesidad de volver la vista atrás y desenterrar los propios recuerdos "en un ejercicio ordenado y sistemático de arqueología de la memoria". Sumido en la confusión, no alcanza a recuperar más que un olor, el olor a tierra mojada, el perfume de la tierra, y un objeto, el avión.
El avión como alegoría, álter ego del propio autor, como objeto poético, tal como lo fueron la ballena blanca para Melville, el albatros para Coleridge o el volcán para Lowry. A los mandos de su avión, medio y fin de su propia existencia, Mario Castillo nos sumerge hasta las simas abisales de la esencia de la memoria, la dolorosa ausencia del padre, el descubrimiento de la muerte, la culpa y la redención que el tiempo nos otorga.
De prosa cuidada y sugerente, Mi avión herido, a caballo entre la autoficción y la autobiografía novelada, es heredera de una tradición literaria de inspiración aeronáutica que tiene su referente en grandes nombres como Antoine de Saint-Exupéry, Richard Bach o Daniele del Giudice.