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La historia del avión que aquí vamos a relatar es posiblemente una de las más controvertidas entre las de los aparatos de combate que la RAF desarrolló a lo largo del pasado conflicto mundial. El Hawker Typhoon a punto estuvo de no llegar a conocer la fabricación en serie y, sin embargo, pasó más tarde a convertirse en un arma imprescindible para el cumplimiento de un cometido que se ajustaba precisamente a los conceptos fundamentales de su diseño. Por una parte, se pretendía que este aparato fuera el sucesor del Hawker Hurricane como caza interceptador, que a su vez había resultado un avión innovador, no solo porque fue el primer caza monoplano de la RAF y el primero que superó las 300 mph, sino también porque fue el primer aparato británico en tener un fuselaje monocasco y, posteriormente, planos de acero tensado. El tubo de duraluminio de Hawker y la construcción de acero eran características comunes a estos dos tipos, que solo eran propias de este fabricante, lo que despertó grandes expectativas con respecto al Typhoon. Sin embargo, el fácil manejo del Hurricane parecía no haber sido heredado por su inmediato y corpulento sucesor, de ahí que existiera en un primer momento cierta reticencia a seguir adelante con el desarrollo de este último.

Este formidable y temible aparato era realmente fascinante en cuanto a su impacto visual. Con un aspecto corpulento y beligerante, daba la impresión de que podía lograr golpear con una extraordinaria fuerza y, al tiempo, sufrir grandes impactos sin ser derribado. Como un caza de apoyo cercano y como cazabombardero no fue igualado por ningún otro monoplaza en el mundo durante su comparativamente breve carrera la primera salida operativa llevada a cabo por el Typhoon se produjo el 30 de mayo de 1942 y la última el mismo día en que terminó la guerra, seis meses después de la cual todos los escuadrones dotados con Typhoon habían sido disueltos o equipados con otros tipos de aparatos.